jueves, 24 de octubre de 2013

Mario Gutiérrez, el que le puso canto a la sicureada

Mario Gutiérrez, creador de Ruphay
Por Guimer Zambrana S.
El siseo que acompañó eternamente a su madre, con ritmos traídos del altiplano boliviano, cuestionó la vida de Mario Gutiérrez, desde sus primeros años. Sin quererlo, ella forjó al hombre que impulsó el principal esfuerzo por modernizar la música vernacular andina, sin alejarla de su esencia más profunda.
Las zambas argentinas fueron la puerta de ingreso de Mario en el mundo de la música. Muy joven formó parte de La Tropilla de Acharal, un grupo local que imitaba a las agrupaciones del norte de la vecina república.
Su hermano Luis Ernesto lo recuerda cuestionado por el gran amor que profesaban los cantantes argentinos hacia su música. ¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo?, era la pregunta que daba vueltas en su cabeza.
Agustín “Cacho” Mendieta también trabajaba de cerca con La Tropilla de Acharal, gracias a sus habilidades dancísticas y musicales, situación que le permitió seguir de cerca la “conversión” de Mario.
Mendieta, hoy conocido comediante, recuerda que entonces visitaba con frecuencia el altiplano, donde participaba en espectáculos taurinos organizados en las fiestas patronales.
Luego de ser correteado por los toros, comenzaba a descubrir ese mundo de música que, hasta entonces, tenía prohibido su ingreso en las ciudades. En sus encuentros con Gutiérrez, le contaba cómo las coloridas comparsas se descolgaban de los cerros, con pinquillos, quena quenas y sicuris.
Corrían los años 60. Los Jairas, del “Gringo” Favre, Ernesto Cavour y “Yayo” Jofré, ya habían comenzado a abrir la pequeña senda por la que la música andina rural llegaría a los centros urbanos del país, a oídos de las clases media y alta.
Bolivia nunca más sería la misma desde la Guerra del Chaco. La profecía de Túpac Katari comenzaba a cumplirse, los indígenas se frotaban los ojos, comenzaban a despertarse. El Congreso Campesino del 47, la Revolución del 52, la Reforma Agraria, el voto universal, la Reforma Educacional...
Los habitantes de las ciudades intentaban detener lo indetenible. A fuerza de quenas, zampoñas y charangos, Los Jairas y la Peña Naira llevaban adelante su propia revolución, la cultural, ésa que acompaña o es consecuencia de todos los grandes cambios sociales y políticos.
Luis Ernesto recuerda que tocar zampoña o quena era mal visto. La madre de los Gutiérrez es de pollera, y la discriminación era moneda corriente. Pero Mario estaba decidido a continuar su historia, a aportar desde la música a la revolución de las tarkas y los moseños. En 1968 funda el cuarteto Ruphay, junto a Agustín Mendieta, Omar Hoyos y Gróver Muñoz.
Leni Ballón, la hija de Pepe Ballón, el creador de la emblemática Peña Naira, recuerda que cuando Los Ruphay fueron a pedir tocar en ese espacio, el “Gringo” Favre quedó encantado, pero les pidió que volvieran en tres meses, cuando afinen su propuesta musical. Así lo hicieron y desde entonces fueron parte del patrimonio de aquel lugar.
A diferencia de Los Jairas, Gutiérrez había recuperado las raíces más profundas de la música andina y le había puesto voces. El siku encontraba su cauce para abandonar su clandestinidad rural.
Entonces el artista sintió que para ayudar al proceso era necesario llevar la propuesta de Ruphay a Europa, había que mostrar que la cultura andina continuaba viva. “Se da cuenta de que aquí aceptan todo lo que les viene de fuera”, reseña Luis Ernesto.
Es en la distancia donde el movimiento Los Ruphay va adquiriendo conciencia política. Agarra las banderas indigenistas de Fausto Reynaga y comienza a hablar del Pachacuti, del gran cambio. Así surge el Jach’a Uru, la sikureada más conocida de su autoría. Llega un momento en el que deciden erradicar incluso el uso de la guitarra, considerada por Gutiérrez como “el instrumento de la conquista”. Las únicas cuerdas admitidas por el grupo eran las del charango.
Desde 1972, el año de su primera incursión en Europa, Mario volvió por tiempos muy cortos. La mayoría de sus discos ha sido grabada en el Viejo Continente. Conciertos con Quilapayun, Inti Illimani y Mercedes Sosa hablan del reconocimiento de su propuesta.
Después de 1985 se establece en Amberes, Bélgica, donde se dedica a la composición y al estudio de la música, además de la escritura. Reconquista a su viejo amor, la guitarra, y compone una obra para chelo, guitarra y quena, denominada Las tres estaciones andinas.
El 3 de octubre de 1994 se levanta con un dolor en el estómago. La mujer que lo acompaña sale en busca de auxilio. Cuando retorna, lo encuentra sentado, con una sonrisa en la boca. A sus 49 años, Mario Gutiérrez ya estaba entre los achachilas.
“No está bien que nos olvidemos de nuestro pueblo”, dice él en su sicureada Janiw waliquiti. Tampoco está bien que nos olvidemos de quienes han trabajado por hacerlo grande, decimos nosotros.
Publicado en La Prensa, en Octubre de 2004

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